Periodismo: la violencia entre la libertad y cómo llegar al lector con información

Un slogan publicitario oficial, por cierto muy maquiavélico, rezaba entre algunas dictaduras sudamericanas hacen tres décadas que “el silencio es salud”. No la he escuchado en México. Y por suerte a nadie se le ha ocurrido instrumentarla, pero sí está subyacente si tomamos el concepto de su significado. La víctima de ese silencio es la libertad de expresión, y aquello que tiene que ver con el ejercicio periodístico.

Pedro Pascual Perello (www.artelista.com)


Hay un manto de silencio que se refleja en las imposibilidades de publicar con independencia en muchas partes del país, en la opacidad informativa, en el derecho a contar con garantías para ejercer la profesión periodística, en la libertad de conciencia perdida frente a los intereses de los medios, en las prácticas imprescindibles y necesarias de autocensura, en la escasa pluralidad informativa en los medios audiovisuales.

“El silencio es salud” también se le dice a aquellos familiares y amigos que buscan justicia para más de 80 colegas que han sido asesinados y desaparecidos. La impunidad se impone para ellos como también para quienes reciben golpizas y amenazas, intimidaciones legales o simplemente les hackean sus sitios web y personales. O en el caso de algunos medios que sufren compras masivas de sus ediciones en estados o ciudades. Nada se resuelve, nada, prácticamente pasa por el tamiz de la justicia.

Esas víctimas tienen a su vez la desdicha de que forman parte de un número de centenares de miles que por otras razones han perdidos sus vida a consecuencia de la violencia reinante.

Pero como si fuera una gran paradoja, estamos hablando de una situación en un país donde la libertad de expresión no está restringida para los medios de comunicación. Se puede hablar con libertad de casos de corrupción con pelos y señales, de funcionarios que dan por ciertos estudios universitarios que nunca terminaron. Incluso se puede hablar de borracheras.
Allí están los ejemplos de Proceso, Emequis, 24 horas, Reforma, Índigo.
De los medios que ejercen con hidalguía sus propuestas periodísticas en los estados como El Diario de Ciudad Juárez, Noroeste y Río Doce en Sinaloa, Por Esto y el Diario de Yucatán en la Península, el semanario Zeta en Tijuana, los propios colegas que trabajan en esos medios, Aristegui, Lydia Cacho, Lilia Saúl, por hablar de los más conocidos.

El problema con esa libertad de expresión está en la posibilidad de ejercerla.


El problema como periodistas, fotógrafos o camarógrafos está en la posibilidad real que se tiene de trabajar la información, y que luego esa información llegue al lector o a las audiencias en radio y televisión, si hablamos de medios tradicionales, pero también en los medios en la web y en las mismas redes sociales.
No nos olvidemos que esa violencia para quienes quieren informar no sólo afecta a periodistas. Hay dos mujeres blogueras en México, que quisieron informar en ciudades de Tamaulipas como Nuevo Laredo y Camargo, cuando no había periodistas que se atrevieran, y que por eso fueron asesinadas.

Hay un silenciamiento fino contra los periodistas y algunos medios de comunicación. Si los periodistas tenemos un contrato social con los ciudadanos de informarle no lo podemos cumplir a plenitud ni con pluralidad en estos días.
Ese silenciamiento fino tiene a su vez una consecuencia terrorífica para el ciudadano: una sociedad desinformada, es una sociedad que está desmembrada en sus capacidades para tomar decisiones.

Funcionarios y narcos
Los actores de ese silenciamiento prácticamente son los mismos que se conocen desde hace casi un siglo: allí están los funcionarios públicos en los estados y municipios y en menor medida los funcionarios federales.

El ingeniero Manuel Clouthier, hijo de Maquío Clouthier, nos decía hace unos años antes de meterse en política y cuando dirigía el periódico Noroeste, decía con auténtica razón que “los gobernadores son verdaderos Virreyes que hacen y deshacen en sus estados”. Mientras aquí, en la capital, se vive una verdadera primavera todo el tiempo.

Es una larga historia de avasallamiento del poder político, que no sólo implica a priistas, sino que también a gobiernos panistas y perredista. Duarte en Veracruz, Padrón en Sonora y Sabines en Chiapas, son ejemplos patéticos.
Han cambiado las formas y las viejas prácticas de control que ahora se hacen con sintonía fina: la publicidad, las deudas impositivas, la compra de voluntades pasan por un tamiz mucho más sofisticado aunque efectivo al mismo tiempo.

Pero apareció un nuevo actor que todos conocemos, y que aprendió de aquellas prácticas políticas de silenciar. Que tiene equipos de comunicación que siguen la información y quiere manipular lo que se publica o silenciar aquello que no le conviene. Que compra voluntades entre medios de comunicación y colegas, o que en todo caso los obliga a ser comprados.
Pero que a diferencia de los anteriores, a diferencia del poder político, silencia con un arma terrorífica: y es su convicción de decidir sobre la vida y la muerte de los periodistas. Me refiero al crimen organizado.

Herencias clave

Osiel Cárdenas fue dentro del crimen organizado alguien que dejó dos huellas claves en la violencia de estos años: por un lado porque cuando se apoderó del control del Cartel del Golfo, armó una guardia pretoriana con ex militares y sofisticó la violencia. El ex oficial del Ejército que muchos descubrieron esta semana, Heriberto Lazcano, “El Lazca”, es uno de ellos.

Pero también Osiel Cárdenas fue pionero en esto que vivimos hoy día: el silenciamiento informativo. Creó su propio equipo de comunicación y esa modalidad de control por la fuerza se extendió al resto del crimen organizado para hacerlo hoy una práctica común de casi todos los grupos: tener a raya a los periodistas con el terror de que en cualquier momento pueden terminar asesinados.

Hay dos vertientes comprobadas del silenciamiento de periodistas y medios de comunicación:
Por un lado, el asesinato y la desaparición de más de 60 colegas a manos del crimen organizado. Crimen organizado asociado en muchos casos a funcionarios policiales corruptos.
Pero por otro lado, las agresiones menores, aquellas que dejan con vida a los colegas, pero a la vez con una gran secuela de vulnerabilidad, aquella de las golpizas, las amenazas personales o telefónicas, las citaciones judiciales, o la compra de publicaciones, que comentaba al principio, provienen de funcionarios públicos, según las propias denuncias de las víctimas.

En el planteo conceptual de silencio y cambio social, que nos pusieron como tarea los organizadores de esta charla, creo que podemos decir que si hay cambio es sumamente negativo, a pesar de que cambio es una bella palabra que siempre connota lo positivo.
La libertad de expresión tiene mayores vulnerabilidades en la actualidad que en el pasado, a pesar de que contradictoriamente y en teoría, estamos más informados con la explosión informativa a través de internet.

Mea culpa
Hay una sociedad desinformada en algunos temas a la que el periodismo está contribuyendo obligado por las circunstancias de violencia y entre otras consecuencias la autocensura, pero también de la cual el periodismo debe asumir responsabilidades porque no todo se circunscribe a lo que no se permite o no se deja hacer.

La violencia no puede ser excusa para dejar de ejercer la profesión con decoro y responsabilidad, credibilidad, ética y profesionalismo.

Hay un periodismo que en líneas generales no se corresponde con las aspiraciones que creo debe tener en cuanto la independencia y el profesionalismo, y sin embargo, dadas las circunstancias es víctimas de ataques indiscriminados. Pero no por esas deficiencias vamos a dejarlos solos, ni dejar de exigir justicia, ni dejar de hacernos mejores profesionales.

¿A dónde voy con esto?

Investigar es clave en el periodismo. Las universidades que ganan prestigios son aquellas que investigan. En el periodismo es similar. Investigar es caro, pero tan necesario como la educación y la cultura, dice Paul Steiger, fundador de Propublica y un veterano de lo mejor del periodismo estadunidense.
Sin embargo, las redacciones en México están vaciadas de periodistas investigadores y de equipos de investigación.

¿En qué medio han visto ustedes que se haga periodismo de data, data driven, o periodismo de precisión?

¿Dónde han visto que en el abordaje del narcotráfico, la violencia, la corrupción, los dineros del estado, se cruce de información de bases de datos, que pruebe lavado de dinero, por ejemplo?

¿Dónde hay mapas interactivos que permitan al lector conocer cómo se administra el dinero público o dónde aumenta o baja la criminalidad en los barrios de una ciudad?

El acceso a las fuentes de datos de la administración pública es una gran conquista. El IFAI es una maravilla de institución, pero está subutilizado.

¿Dónde ven ustedes reflejados las violaciones a normas ecológicas?, por ir a historias más mundanas.

¿Qué está pasando que sueltan un rumor de ataques en Neza y otros municipios, y los periodistas reportean desde sus oficinas y por teléfono, y usando como fuente de información exclusiva los tuits de la gente? Simplemente porque no se trabajan los hechos.

¿Cómo se explica que los periodistas apenas puedan capacitarse y cuándo solicitan permisos a sus empresas, sólo les colocan obstáculos?

Aquí cabe también señalar el papel de las universidades públicas que en su oferta formativa poco ofrecen de las nuevas herramientas tecnológicas para ejercer el periodismo.
¿Dónde están los laboratorios de nuevas tecnologías para que entre otros los periodistas puedan dar un salto cualitativo para buscar y divulgar información?

¿Por qué la solidaridad entre periodistas sólo se limita a declaraciones verbales de disgustos y exigencias coyunturales cuando un colega es asesinado o golpeado, y en pocos casos cuando hay despedido sin causa justificada?
¿Dónde tenemos una organización fuerte y sólida entre los periodistas?
No la hay. Y con el contexto en el que estamos inmerso sería hora de tenerla desde hace rato.

Hay una fuerte y arraigada cultura de las empresas –quizá hasta sufren de complejo de Edipo- de que si no tienen a la mano la teta del Estado, no pueden subsistir.
Hay una cultura empresarial disociada de lo que se entiende como periodismo en gran parte del mundo: ser el vehículo para que la sociedad se informe, cumplir un rol social, mantenerse distante de los poderes, ofrecer un servicio público, denunciar los ultrajes a los derechos de los débiles.
Eso explica en parte que directivos de medios de comunicación, abandonen a sus periodistas cuando son intimidados, y cuando son asesinados o desaparecidos, se desligan absolutamente.

¿Cuándo vieron en México que medios de comunicación y su personal decretaran un silencio informativo por 24 horas para exigir a las autoridades que se resuelvan los casos de agresiones?
Nunca.
Sin embargo, los colombianos, los italianos, lo han hecho.
Y hoy, en esos países, tienen un periodismo en el cual su ciudadanía confía.
Son creíbles. Credibilidad es la mejor expresión de nosotros mismos. En el periodismo es clave, sin credibilidad no hay lectores ni audiencia.

Si la historia juzgara en próximas décadas lo que nos pasa hoy, seguramente como periodistas vamos a estar muy en deuda. Lo más probable es que no seamos absueltos, aunque tengamos muchas razones valederas que expliquen esas deudas.

Al silencio le debería corresponder un cambio en el periodismo que ejercemos hoy en día. Un cambio positivo, se entiende. Pero es difícil verlo así. Y hay que decirlo para que al menos produzca un efecto.
Cambiar ese silencio que no plantea esta charla, liquidarlo, sacarlo de su arraigo, vendrá en todo caso por una presión determinante de la sociedad.
Y allí el periodismo cumplirá el rol de acompañar.
Muchas gracias.

Texto leído por Darío Fritz el 12 de octubre de 2012 en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, durante el cierre de las «Jornadas Interdisciplinarias de Comunicación», en la mesa «Periodismo: entre el silencio y el cambio social».

María Antonieta Barragán, Darío Fritz, Luis Lugo y José Reveles. Foto: Lu Flores.

Acerca de Taller Periodismo Especializado

Taller a cargo del periodista Darío Fritz para alumnos del 7mo. Semestre en el Centro de Comunicación de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Objetivos del taller: Analizar los fundamentos de la información periodística especializada (historia, escuelas, investigadores, entre otros) / Estudiar los modelos de aplicación de comunicación especializada / Profundizar en el conocimiento de las principales áreas de especialización periodística. / Disponer de herramientas periodísticas para su aplicación. / Habilidad para buscar información específica. / Capacidad de análisis y síntesis para investigar el periodismo especializado en los medios de comunicación. / Comprender las estructuras o procesos que intervienen en los contenidos mediáticos. / Autonomía en el análisis de datos. / Cooperación y empatía para trabajar en equipo. Correo del taller: unamtpe@gmail.com
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